José Parés

Colaboró con Alicia Alonso, Maurice Béjart y Víctor Ullate considerado internacionalmente como uno de los más importantes pedagogos que ha aportado Latinoamérica a la historia internacional del ballet del siglo XX.
Influyeron grandemente en su desarrollo Anthony Tudor, Anton Dolin, el ruso Edward Caton (que había sido discípulo directo de Agripina Vaganova), la británica Margaret Craske (miembro de la tropa Diaghilev y heredera directa de Cecchetti) y la moscovita Vera Nemchikova, que a su vez había trabajado con Vronislava Nijinska y con Leónidas Massine.

En 1951 José Parés ingresó como miembro del cuerpo de baile del Ballet de Cuba donde convivió con Alicia Alonso y Fernando Alonso, y tomó también contacto con otras dos figuras básicas de su historia estética: León Fokine y Alexandra Fedorova.

Su carrera como bailarín fue larga aunque su genio despertó desde temprano con su interés por la pedagogía y la creación, siendo un abanderado de la idea de que los bailarines clásicos deben llevar al máximo el pulimento de su técnica y las maneras de lucirla en el escenario.

En 1952 creó para la compañía cubana Un concierto en blanco y negro, estrenada por Alonso y todavía hoy en el repertorio activo; un año después creó Delirium, otro hito en las obras coreográficas de su tiempo. En 1956 Parés fundó el Teatro Experimental de Danza donde continuó su trabajo pedagógico rodeado de alguna de las estrellas cubanas de la época.

Paralelemente en el mismo año, volvió a su Puerto Rico natal y creó el Teatro de Danza de José Parés, que se mantuvo en activo hasta 1959 y que se puede considerar sin duda alguna la génesis y cimiento del ballet de su país y donde protegió a algunas figuras cubanas en épocas de crisis.

En 1959 regresó a La Habana con el rango de solista y hasta 1970 ostentó la nominación de primer bailarín de carácter, y se convirtió en un verdadero clásico, imitado y aplaudido por sus versiones de los papeles de Mamá Simón en La fille mal gardée y el difícil doctor Coppelius del ballet Coppélia. Al mismo tiempo, su trabajo pedagógico marcaba de manera significativa y probablemente única la brillantez técnica de las estrellas cubanas de la época y creaba algunos ballets que hicieron historia: El caballo de coral (1960-1964); La noche de Walpurgis (1961); Caín y Abel (1962); El flautista de Hamelin (1963) y el impactantemente moderno Bach x 11 = 4 x A (1970).

Y es a partir de este año que se vinculó como maestro al Ballet del Siglo XX de Maurice Béjart en Bruselas y de la naciente Escuela Mudra, donde tomó contacto con los bailarines y maestros españoles Víctor Ullate y Carmen Roche a los que en cierto sentido apadrinó y de los que se convirtió en un ferviente colaborador.

Parés también realizó una labor pedagógica y coreográfica importante en el Ballet de la Ópera de Berlín y el Ballet del Nuevo Mundo de Caracas, Venezuela.

La importancia del trabajo de Parés para el ballet español contemporáneo es innegable: Víctor Ullate le trajo a Madrid y le comisionó a mediados de los años noventa la revisión y el montaje de Giselle, el primer gran clásico integral romántico que asumía una compañía española. Y trabajó directamente con las figuras emergentes de una generación privilegiada; María Giménez, Tamara Rojo, Ana Noya y Rut Miró, todas ellas debutaron en este papel modeladas por su magisterio. Parés escribió varios libros de cuentos muy elogiados por la crítica americana.

Concierto en Blanco y Negro

Un concierto en blanco y negro, obra estrenada en 1952 con Alicia Alonso como protagonista y todavía hoy se encuentra en el repertorio activo del Ballet Nacional de Cuba.
Este ballet constituye una interpretación del más puro estilo neoclásica desde la perspectiva de la coreografía cubana, teniendo como referente los principios de la  escuela cubana de ballet.