Repertorio de la Danza Clásica IV

La danza clásica en Cuba, principales obras y coreógrafos.

Podríamos decir que la creación coreográfica en Cuba la podemos ubicar en la Sociedad ProArte Musical, la entrada en el ámbito del ballet de Nikolaj Yavorski, comienza el camino de la creación coreográfica.

Hay que aclarar en este punto que Cuba ya se había convertido en un punto referente en America para la danza. La danza académica o de escuela, ya había sido conocida en Cuba, cuando Fanny Elssler, luminaria de la era romántica, pasó por la isla caribeña en 1841 y 1842. Huno además otros bailarines y conjuntos, como Henrietta Welles y el grupo de los Ravel, que también honraron con su presencia los escenarios de La Habana colonial, principalmente en el Teatro del Circo, o el elegante Teatro Tacón. Este último era parte de la bella estructura del Centro Gallego, conocido ahora como Gran Teatro de La Habana, donde continúa albergado  el antiguo Tacón. La eximia Pavlova y su compañía visitaron Cuba en 1914, 1917 y 1918. No obstante, salvo estas esporádicas visitas, el público cubano no fue entrenado en ese difícil arte, hasta que la Sociedad Pro-Arte Musical estableció en la capital cubana, la primera escuela de baile de reconocida importancia.

Pro Arte Musical

Surgida en 1918, Bajo la dirección de la ilustre dama María Teresa García Montes de Giberga, a solo dieciséis años de constituida la república en Cuba, Pro-Arte — como fue siempre llamada la institución dentro y fuera de la isla — considerada además la primera institución feminista de la América Latina –, debió su fundación a la extraordinaria energía y determinación de una mujer que amaba la música y el arte teatral: María Teresa García Montes de Giberga. Con un grupo de damas cubanas, fundó una organización regida siempre por mujeres, que daría a Cuba y a los asociados a la misma, por una baja cuota mensual, la oportunidad de disfrutar de conciertos, óperas, igualmente que funciones de ballet o arte dramático, por los mejores instrumentalistas, cantantes, bailarines o actores del mundo. Entre estos estaban incluidos infinidad de artistas cubanos, ofreciendo becas a los más talentosos, como sucedió con Jorge Bolet, el afamado pianista, quien fue el primero en disfrutarla, y pudo cursar estudios en el respetado Instituto Curtis de Filadelfia.

Los miembros que formaron la directiva a través de sus 49 años de existencia, eran elegidos por los asociados en juntas generales cada dos años, con derecho a optar por la reelección. Sin embargo, después de los enormes cambios establecidos en la nación caribeña a partir de 1959, el camino seguro que la institución había llevado desde su fundación, cambió por completo, y por la partida en masa de mucha población al extranjero, comenzando en esa fecha, una valiente mujer cubana, Dulce Ma. Blanco de Cárdenas, tendría que tomar las riendas de la institución en dos períodos diferentes. En el último, no obstante, presenciaría la disolución de Pro-Arte, aplastado definitivamente en el otoño de 1967.

El surgimiento de Pro Arte resultó una iniciativa audaz, por muchas razones. En primer término, nació y se consolidó como una agrupación femenina, que admitía hombres en sus filas, pero sus estatutos exigían que la directiva fuera exclusivamente compuesta por mujeres. En segundo lugar, nunca se propuso como un club exclusivo. Las cuotas que exigía a los asociados eran notoriamente bajas y estas facilitaban el acceso a presentaciones de los más notables artistas del patio, así como a otras figuras de relieve internacional, de modo que su membresía no sólo estaba conformada por grandes propietarios y funcionarios gubernamentales, sino por una amplia capa de la clase media, profesionales, creadores intelectuales, sin olvidar que en las presentaciones que no eran únicamente para asociados, las localidades altas se abarrotaban de estudiantes y hasta de obreros atraídos por el arte.

La iniciativa de la Señora García Montes no se debía a que La Habana careciera hasta entonces de presentaciones artísticas dignas, por el contrario, ella y sus amigas habían podido aplaudir en el Teatro Nacional lo mismo las temporadas de ópera de Adolfo Bracale que los conciertos del virtuoso polaco Ignaz Paderewski y las temporadas danzarias de Anna Pavlova. Pero, por una parte, era preciso depender del capricho de ciertos empresarios para lograr poco más que funciones aisladas, mal promovidas y peor garantizadas, que para colmo, se ofrecían a un público harto limitado que aunque podía presumir de que pagaba localidades costosas, no sabía comportarse adecuadamente en el teatro. De hecho, el famoso Paderewski, durante uno de sus conciertos, recibió sobre el piano un avioncito de papel lanzado desde uno de los pisos superiores del coliseo.

María Teresa buscó el apoyo de varias damas de la alta sociedad habanera con recursos monetarios que destinar a esa empresa artística o con suficiente influencia en las estructuras de gobierno y en los medios de comunicación para promover su empeño: Oria Varela de Albarrán, Conchita Giberga de Oña, Laura Rayneri de Alonso, María Teresa Velasco de González Gordon, Natalia Aróstegui. Además, contó habitualmente con intelectuales que le sirvieran de brújula para orientar sus proyectos. Muy útiles resultaron en los primeros tiempos el músico y pedagogo Hubert de Blanck y el ilustrado mecenas Gonzalo Aróstegui.

La primera actividad de Pro Arte fue un recital en la Sala Espadero del Conservatorio Hubert de Blanck, ubicada en Galiano 47, de la Sociedad de Cuartetos Clásicos de La Habana y en marzo de 1919 presentaron en el mismo escenario el primer artista extranjero contratado: el violinista Mayo Walder.

Algunos pensaron que las señoras soñaban demasiado y no perseverarían en su empeño, pero un lustro después era difícil no reconocer que la Sociedad crecía y se consolidaba. De hecho, a fines de 1923 contaban ya con la revista Pro Arte Musical y en ese mismo año habían creado el Circuito de Ampliación Musical, una iniciativa para divulgar la música entre los sectores menos favorecidos. Así, en abril de 1923, el guitarrista Andrés Segovia ofrecería un concierto en el Presidio de La Habana y otros tuvieron lugar en la Cárcel de Mujeres, la Casa de Beneficencia y los Asilos Carvajal y Santovenia.

Hacia 1924 la membresía había crecido de manera tal, que la directiva debió declarar que era preciso limitar la admisión de socios “por no tener ninguno de los teatros de La Habana, ni el mismo Payret, que es el de más capacidad, localidades suficientes para alojarlos”. 

Una junta general extraordinaria acordó en mayo de 1925 la construcción de un teatro propio y al año siguiente adquirieron el terreno en Calzada y D. Mediante un concurso obtuvieron el proyecto más atractivo, concebido por los arquitectos Moenck y Quintana y el 6 de agosto de 1927 pudieron colocar la primera piedra del edificio. Este pudo ser inaugurado el 2 de diciembre de 1928, con un concierto de la Orquesta Sinfónica de La Habana dirigida por Gonzalo Roig, en el que fue estrenado el poema para coro y orquesta Anacaona de Eduardo Sánchez de Fuentes.

El nuevo edificio resultó elegante, funcional y con una excelente acústica, pero el presupuesto inicial de 250 000 pesos llegó a elevarse a 430 000, algo que en aquel período de crisis económica intranquilizaba aún a los capitalistas más afortunados de la Isla. Hacia 1931 la deuda contraída por Pro Arte obligó a la Directiva a buscar un rápido paliativo. Entonces Natalia Aróstegui de Suárez tuvo una feliz iniciativa: la creación de tres escuelas: Declamación, Guitarra y Ballet, abiertas al público. El pago de las matrículas ayudaría a sanear los maltrechos fondos de la entidad.

Aún así la institución siguió adelante en su empeño y  gracias a ello es que grandes instrumentistas (como Sergei Rachamninoff – quien visito La Habana en 1923 y 1940-,  Sergei Prokofieff, Andrés Segovia o Pablo Casals, incluyendo también  cantantes de la talla de Victoria de los Ángeles, o Renata Tebaldi, igual que compañías de danza como el Ballet Russe de Monte Carlo, el conjunto de Martha Graham,  el Ballet de Jooss, el Ballet Theatre, hoy llamado American), serían aplaudidos por el público habanero a través de sus actuaciones en el palco escénico del Teatro Nacional, o  en el acogedor teatro Auditórium, del barrio de El Vedado, que la Sociedad construyera  en 1928.

La academia de ballet fue confiada al ruso Nicolás Yavorski, personaje con más amor por la danza que preparación pedagógica para su impartición, quien a partir de ese mismo año haría montajes de versiones suyas de La bella durmiente, Danubio azul  y Coppelia. Allí recibieron su formación inicial Alberto y Fernando Alonso, así como Alicia Martínez -luego Alicia Alonso-, de modo que los tres grandes fundadores del ballet en la isla saldrían de la institución.

Nació en Odessa, donde en 1909 comenzó a estudiar danza clásica. Durante la Primera Guerra Mundial fue oficial de artillería, durante la Guerra Civil Rusa luchó en las Fuerzas Armadas del Sur de Rusia. Emigrado desde 1920, vivió en Turquía, Grecia y Yugoslavia.

En 1922 Yavorsky fue invitado a la recién creada compañía de ballet del Teatro Nacional de Belgrado, donde trabajó bajo la dirección de Elena Polyakova. En 1928 se mudó a París, donde se unió a la compañía de ballet del Théâtre des Champs-Élysées.

En 1929 Yavorsky se unió a la compañía de ballet de la Ópera Privada creada por Maria Kuznetsova-Benois que el mismo año salió de París para una gira por carretera a América Latina. Después de la disolución de la Ópera Privada en 1930, Yavorsky tuvo que quedarse en Cuba por falta de dinero para regresar a Europa.

En junio de 1931 Nikolai Yavorsky fue invitado a dirigir la escuela de danza establecida por la sociedad musical Pro-Arte en La Habana. Enseñó danza clásica allí hasta 1939, siendo el primer profesor de ballet de los bailarines y coreógrafos cubanos Alberto Alonso y Alicia Alonso. En 1936, cuando Sol Hurok trajo los Ballets Rusos de Monte Carlo a La Habana, Yavorsky ayudó a Alberto Alonso, uno de sus mejores alumnos, a unirse a esa prestigiosa compañía de ballet.

En 1939 – 1941 Yavorsky dirigió su propio estudio de ballet en el distrito del Vedado de La Habana. A principios de 1941 fue invitado por la sociedad musical Pro-Arte de Santiago de Cuba a dirigir su nueva escuela de danza que iba a abrirse en esa ciudad.

Nikolai Yavorsky pasó sus últimos años en la provincia de Oriente de Cuba, donde dirigió una escuela de danza de la rama de la sociedad musical Pro-Arte en la provincia de Oriente.

Nikolai Yavorsky murió en Santiago de Cuba. Fue enterrado en el cementerio de Santa Ifigenia.

1. La bella durmiente del bosque / EM/ «Gran Vals»/ cor. Nikolai Yavorski / mús.Piotr I. Chaikovski. Teatro Auditorium, La Habana, 29 de diciembre de 1931

1.1 La bella durmiente del bosque/ Solo de «El pájaro azul» / Ibídem. 1932

2. El circo / EM/ «La bailarina de la cuerda floja»/ cor. Nikolai Yavorski / mús. Varios compositores. Teatro Auditorium, La Habana, 4 de noviembre de 1933

3. Ejercicios / EM/ cor. Nikolai Yavorski / mús.Varios compositores. Teatro Auditorium, La Habana, 4 de noviembre de 1933

4. Polka coquette / EM/ cor. Nikolai Yavorski / mús. Joseph J. Raff. Teatro Auditorium, La Habana, 1 junio de 1934

5. Príncipe Igor /»Danzas polovtsianas» / cor. Nikolai Yavorski / mús. Alexander Borodin. Teatro Auditorium, La Habana, 1 de junio de 1934

6. Coppélia / EM/ cor. Nikolai Yavorski / mús.Leo Delibes. Teatro Auditorium, La Habana, 20 de marzo de 1935

7. Claro de luna / EM/ cor. Nikolai Yavorski / mús. Ludwig van Beethoven. Teatro Auditorium, La Habana, 22 de junio de 1936

8. Ejercicio plástico / EM/ cor. Nikolai Yavorski / mús. Louis Grouch. Teatro Auditorium, La Habana, 22 de junio de 1936

9. El lago de los cisnes / EM/ cor. Nikolai Yavorski / mús.Piotr I. Chaikovski. Teatro Auditorium, La Habana, 10 de mayo de 1937

Yavorsky había llegado a Cuba a principios de los años 1930 cuando actuó La Opera Privada Rusa de Paris de Coronel Basil (pseudónimo de Vasiliy Voskresensky, quien fue oficial del ejército ruso y después de la Primera Guerra Mundial se convirtió en empresario teatral y dirigió Los Ballets Rusos 1921-1925, Ballet de la Ópera Privada de Paris 1925-1931, Ballet Ruso de Monte-Carlo 1932-1936, Ballet Ruso de Coronel Basil 1935-1939, Ballet Ruso de Covent Garden 1938-1939, Original Ballet Ruso 1939-1952).

Luego de la disolución del conjunto, Yavorsky había quedado, pobre y desamparado, residiendo en Cuba y para ganar el sustento se vio obligado a desempeñar los más diversos trabajos, desde vendedor de confituras en el teatro habanero Payrel, a miembro del elenco del Circo Pubillones. con el que recorrió la isla,  y a través de lo cual había tenido contacto con l a Presidenta de Pro-Arte. Oria Varela de Albarrán, se entrevistó con Yavorsky en cuya cita el bailarín aprovechó para ofrecerle sus servicios como maître de ballet, disciplina que  había aprendido en su nativa Rusia.

Inauguración en el teatro Auditorio de la escuela de ballet de Pro Arte Musical

La urgencia de la empresa y la carencia de un personal cubano calificado en esa materia, no dilataron su designación como Director y profesor de la Escuela, la que comenzó sus labores, en la propia escena del Auditorium, con un alumnado compuesto integramente por niñas y jovencitas, hijas de asociados de la institución y otras pertenecientes a familias de medianos recursos, a las cuales se posibilitó por primera vez el disfrute de ciertos beneficios reservadoshasta entonces sólo a las clases más pudientes. No resultaba dificil al nuevo profesor vencer los requerimientos del plan de estudios. pues sus iniciadores, lejos de preocuparse por una sólida formación técnica que permitiera el futuro surgimiento de bailarines profesionales, aspiraban exclusivamente a la enseñanza de simples ejercicios, en los que pasos y poses contribuyeran a la éstilización de la figura y a lograr gráciles y refinados movimientos, aplicables en la futura vida social de las estuáiantes. Sin embargo, pronto Yavorski, con su dedicación y compleja personalidad, no sólo satisfizo esos propósitos sino que contribuyó a despertar la vocación por el arte verdadero en no pocas de sus alumnas.

«Violento, caprichoso, arbitrario, regía con mano de hierro y con despiadadas criticas la Escuela de Ballet -así lo definiría años después un cercano observador de su obra-; a menudo no le bastaba su precario castellano y volvía a la lengua materna en busca de un insulto silbante. Y, sin embargo, Yavorski amaba a sus alumnos y era querido por ellos. Nunca faltaba, antes y después de cada lección, el ríto respetuoso de estrecharles la mano. Y era probable que se arrepintiera de sus desbordamientos e invitara a refrescar en El Carmelo, a quien hacía un cuarto de hora había hecho llorar en el salón de clases. Porque si Yavorski perteneció a la aventurera y agreste raza de los pioneros, también supo ser un maestro.»

Yavorsky fue profesor en la escuela de Pro-Arte Musical durante toda la década de los años 30 y entre sus alumnas estaba Alicia Alonso. La primera actuación de los alumnos de la escuela fue el 29 de diciembre de 1931, entre ellos estaban Cuca Martínez (la hermana mayor de Alicia Alonso), Delfina Pérez Gurri, Dinora Argudin y por primera vez salió al escenario en el Vals de La Bella Durmiente la pequeña Alicia Martínez (Alonso, que tenía 10 años). El crítico José Valdés Rodríguez escribió en “El Mundo”: “El trabajo realizado por Yavorsky merece las mejores y sinceras alabanzas. Poner en escena un auténtico ballet y preparar a los bailarines casi profesionales en solo cuatro meses – es un trabajo titánico, que es capaz de realizar solo un gran artista”. Por el éxito, Yavorskiy fue felicitado hasta por el director de la Metropolitan Opera de Nueva York – Alexander Sanin (…también ruso).

Versiones Coreográficas de Yavorsky

En este primer período de desarrollo de la escuela de Pro Arte Musical, el maestro Yavorsky, desarrollará su labor con estudiantes pequeñas que comenzaban sus primero pasos en la danza, así como alumnas más adultas que si bien igualmente comenzaban su instrucción técnica, lograrían avanzar mucho más rápido en su preparación. 

Así también se hizo necesario realizar puestas en escena, en las que Yavorsky tomaría como punto de partida Ballets que ya conocía de su etapa como profesional.

Seis meses después de iniciada su labor, el 29 de diciembre de 1931, Yavorski realizó en el Teatro Audilorium, la primera presentación pública de sus alumnas, en un programa que incluyó La noche de Walpurgis, con música de Gounod; La rapsodia húngara no. 2, de Liszt; y el «Gran vals» de La bella durmiente del bosque,de Chaikovski; en sus propias versiones coreográficas.

El espectáculo, que contó con la participación de la Orquesta Sinfónica bajo la dirección del maestro Gonzalo Roig, vino a revitalizar la actividad de Pro-Arte, cuya preponderancia en la vida social habanera se vio enriquecida con la nueva modalidad artística.

Yavorski, aunque satisfecho de los resultados obtenidos, se mostró menos entusiasta que los sectores de la crónica social y la crítica, que creyeron ver en la representación un milagro consumado.

«Entre mis alumnas -afirmaría poco después a la prensa- se cuentan muchachas y niñas que tienen muy desarrollado el instinto artístico y un entusiasmo que llega casi al fanatismo, y les permite hacer la labor de tres años en uno. Pero falta mucho, mucho trabajo. muchas funciones, mucha práctica y rutina artística para llegar a poner en esta tierra el ballet de alta escuela.» Y consciente de ello, muchas veces desafiando los intereses clasistas predominantes, se dedicó con redoblado entusiasmo a desarrollar las facultades de algunas de sus alumnas de procedencia más humilde pero dotadas de mayor talento, otorgándoles roles de importancia en las obras del repertorio.

Ese resultó ser el caso de Alicia Martinez (luego mundialmente conocida como Alicia Alonso) quien tras su debut en el corps <le ballet del «Gran vals», se vería recompensada con su primer solo, el de «El paJaro azul», en la versión completa de La bella durmiente del bosque, escenificada por Yavorsky el 26 de noviembre del siguiente año, la cual tuvo en los roles de La princesa encantada y El príncipe encantador a las alumnas Delfina Pérez Gurri y Mercedes Arrinda, respectivamente.

 

El año 1933 marcó el advenimiento de un hecho significativo en la historia de la Escuela, el ingreso -a despecho de los prejuicios de la época en torno a la presencia masculina en el baile- de quien habría de ser su primer alumno: Alberto Alonso. El nuevo discípulo, hijo de Laura Rayneri de Alonso, mujer sensible y de ideas avanzadas, notable pianista y entusiasta del arte y la cultura, muy vinculada a Pro-Arte, pronto ocupó un lugar destacado en las actividades de la Escuela de Ballet. Con su colaboración pudo el maestro lograr la escenificación, el 4 de noviembre de ese propio año, de El azul Danubio, en un programa que incluyó, además, Ejercicios y El circo, donde nuevamente se hicieron notables los progresos de la alumna Alicia Martínez.

En junio de 1934, Yavorski volvió a mostrar a sus alumnos, esta vez en un espectáculo que incluyó como novedad la puesta en escena del Príncipe Igor, de Borodin, en la que brillaron los que sin duda, a fuerza de talento y trabajo, se imponían ya como los valores más destacados de la Escuela: Delfina Pérez Gurri, Alicia Martínez y Alberto Alonso. El progreso de estos dos últimos rebasaba ya los cálculos más optimistas y pocos meses más tarde eran seleccionados por el maestro para centralizar el montaje de la obra más ambiciosa concebida hasta entonces por la Escuela: Coppélia, de Delibes, que en versión en tres actos, del propio Yavorski, subió a la escena del Auditorium el 20 de marzo de 1935.

Por esa época se produciria un hecho inesperado, que ·como otros muchos posteriores, evidenciaría la metamorfosis inevitable que habría de sufrir la Escuela de Ballet de Pro-Arte. En virtud de los progresos obtenidos, Delfina Pérez Gurri y Alberto Alonso, acompañados de su maestro, partirían ese mismo año hacia Europa para incorporarse al elenco del Ballet Ruso de Montecarlo. Fue así como, sin proponérselo, la Escuela de Ballet de Pro-Arte posibilitó el surgimiento de los primeros profesionales cubanos de la danza académica.

A su regreso a Cuba, tras la breve estancia europea, Yavorski reasumió sus funciones como Director de la Escuela, que por entonces había nutrido su alumnado masculino con varios jóvenes desprejuiciados y entusiastas, entre los cuales descollaba Fernando Alonso, quien, como su hermano Alberto, mostraba una creciente vocación por el baile. Para él y Alicia montaría el maestro una versión de la sonata Claro de luna, -de Beethoven, que marcó el debut escénico de Fernando el 22 de junio 1936.

Los años de trabajo habían ido conformando, poco a poco, un nuevo ambiente creador en la Escuela, que, aunque se mantenía alejada de cualquier aspiración de profesionalísmo para sus alumnos, no podía ya desconocer las nuevas exigencias que planteaba el desarrollo de algunos de ellos. Entre estos resaltaba, como un caso insólíto, el de la jovencita Alícia Martínez. quien uniendo la disciplína y el tesón del trabajo diario a su vocación e innatas condiciones para la danza, había logrado convertirse en la figura indiscutible de la Escuela. Confiado en las dotes técnicas y artísticas de su alumna. Yavorski concibió la idea de realizar con ella el estreno en Cuba de la más afamada obra del ballet clásico, El lago de los cisnes, de Chaikovski, en una versión en tres actos. La puesta, que contó con decorados de Vera Lanchevska y la dirección musical del eminente compositor cubano Amadeo Roldán, subió a la escecena del Auditorium el 10 de mayo de 1937, con Alicia en el doble rol de Odette-Odile y Emille Laurens, un bailarín profesional perteneciente al Ballet Ruso de Montecarlo. como El príncipe Sigfrido. El éxito de la representación demostró más que nunca antes, que el potencial artístico acumulado ya en ‘Ia Escuela era capaz de acometer metas mucho más ambiciosas que las de mero entretenimiento de una frívola burguesía.

Esa necesidad del paso al profesionalismo escapaba a las aspiraciones de Pro-Arte y por ello, sus dos alumnos más dotados y audaces, Alicia Martínez y Fernando Alonso, partirían. inmediatamente hacia los Estados Unidos, persiguiendo el mismo objetivo que dos años antes había llevado a Europa a Delfina Pérez Gurri y a Alberto Alonso.

Tras la pérdida de sus más estimulantes discípulos. la labor de Yavorski en Pro-Arte cayó en una crisis de la cual nunca se recuperaría. En la temporada de 1938. ofreció una escenificación de Las estaciones, con música de varios compositores, que no pudo compensarle sus éxitos anteriores. Testigos de esa época afirman que su carácter se volvió más violento y exigente y que sus contradicciones con la institución se hicieron insalvables. En mayo de ese propio año, ante la negativa de Pro-Arte a una solicitud de permiso para visitar los Estados Unidos en viaje de descanso, renunció a su cargo. Posteriormente fun· daría la Escuela de Ballet Yavorski. con cuyos alumnos llegó a ofrecer funciones en importantes teatros capitalinos por espacio de varios años, hasta su traslado a la ciudad de Santiago de Cuba, donde residió hasta su fallecimiento en octubre de 1947, quizás sin haber tenido la certeza de la hermosa semilla ,que había plantado en Cuba.

Una nueva etapa

En junio de 1939 se hizo cargo de la Dirección de la Escuela el profesor búlgaro Georges Milenoff, quien había estudiado danza clásica con Nicolái Legato Exsolísta del ballet de la Ópera Nacional de Bulgaria y de la Compañía de Ida Rubínsteín, había visitado Cuba en dos ocasiones, en 1930, con el elenco de la Ópera Rusa, y en 1932 con su propio grupo de danza. Procedente de Saint-Louis, Estados Unidos, donde tenía su propia Academia, llegó a La Habana contratado por Pro-Arte, a fin de rentalizar la Escuela de Ballet. Aunque condicionado a los objetivos clasístas de la ínstitución, Milenoff, como profesional del arte, no pudo sustraerse a la idea de llevar su labor por senderos más amplios. Ello quedó explícito tanto en su obra pedagógica como en sus propias declaraciones a la prensa, poco antes de la presentación del primer espectáculo coreográfico bajo su dirección, nueve meses después de su llegada a Pro-Arte. «El ballet -afirmaba- es un arte que tiene una historia brillante y para luchar por su futuro desarrollo y para contribuir a enriquecerlo, he venido a este país. En Cuba existe mucha energía creadora y mucho talento. Hay aquí un campo muy rico para el ballet, en el cual la flor trasplantaba florecerá con nueva energía.» Como paso inicial en la búsqueda de esa «nueva energía» reorganizó y aumentó el alumnado y se vinculó a un grupo de creadores cubanos interesados desde hacía tiempo en desarrollar la actividad teatral del país.

Figura prestigiosa de ese movimiento era el maestro Eduardo Sánchez de Fuentes, entonces Presidente de la Academia Nacional de Artes y Letras, quien a solicitud de Milenoff compuso la partitura de Dioné, el primer ballet clásico escenificado en Cuba con música de un compositor nacional. La obra, estrenada el 4 de marzo de 1940, en un programa que incluyó Vals, de Strauss, y el Carnaval, de Schumann, exigía solistas capaces de enfrentar no pocas dificultades coreográficas. Para ello viajaron a Cuba, como lo harían después en infinitas oportunidades. Alicia Alonso y Fernando Alonso -ya reconocidos como prestigiosas figuras del ballet profesional en los Estados Unidos-, y el bailarín norteamericano Newcomb Rice, miembro también del American Ballet Caravan, quienes contaron con el respaldo entusiasta de los alumnos de Pro-Arte. Poco tiempo después Milenoff presentaría nuevamente a sus alumnos, esta vez en Muñecos fantásticos, también de su propia creación, y en la conocida obra de Fokin Schehérezade. 

Imagen del estreno de Dioné con Alicia y Fernando Alonso como solistas.

Aunque solamente permaneció en Pro· Arte dos años, su contribución al desarrollo del ballet en Cuba no dejó de ser estimable. «La creación de un cuerpo de baile con elementos propios comentaba entusiasmado un crítico de la época- es una obra de enorme trascendencia artística y social (. ..) el haberla realizado con buen gusto, demostrando cada año nuevos progresos técnicos, corona una labor que, conducida con menos exigencia o puesta en manos inexpertas, ofrecia terribles riesgos de quedar reducida a un espectáculo para familias, En mi opinión, que es la de un espectador de buena fe, con criterio constructivo y tolerante para las limitaciones que el medio nos impone, el Ballet de Pro-Arte Musical está trascendiendo ya el amaleurismo con que empezó hace años.»

Como podia apreciarse, la Escuela de Pro-Arle, aunque seguia siendo un instrumento de la vida social de la burguesia capitalina, la cual no dejaba de ver la dedicación profesional a un arte -y mucho más a la danza- como una actividad poco loable, gestaba cada día en su seno, sin quererlo, nuevos elementos conducentes al profesionalismo. Al iniciarse el año 1941 se producirían varios hechos que posibibilitaron el advenimiento de la nueva etapa creadora reclamada por el desarrollo de la Escuela. Fueron ellos el regreso a Cuba, por un largo período, de Alicia, Fernando y Alberto Alonso, la permanencia de Doña Laura Rayneri en la Presidencia de la Sociedad Pro-Arte Musical. y la visita a Cuba de importantes figuras del ballet internacional. Con la llegada de Alicia y Fernando -a causa de la operación que la joven bailarina había sufrido en sus ojos y que la alejaba por un tiempo de la escena-, y de Alberto con motivo del estallido de la Segunda Guerra Mundial, que obstaculizó la contínuidad de su trabajo en tierras europeas, los bailarines de Pro·Arte pudieron conocer y compartir las ricas y estimulantes experiencias adquiridas por sus excondiscipulos en sus años de trabajo profesional en los Estados Unidos v Europa, respectivamente. Por otra parte, la presencia de Doña Laura Rayneri al frente de la Directiva, con sus ideas progresistas respecto al arte y el estimulo que brindaba al trabajo profesional ante los triunfos de sus hijos, garantizaba el necesario apoyo financiero de la institución a empeños más ambiciosos que así lo requerían. y por último, la visita del Ballet Ruso del Coronel de Basil, con estrellas de primera magnitud ensayando y representando las más conocidas obras del repertorio en el propio seno de Pro-Arte, constituyeron una nueva fuerza motriz para más de una vocación indecisa.

El período de Alberto Alonso

Fue Pro Arte Musical la escuela de más resultados sostenidos en el tiempo, sobre todo cuando la dirección pasó al maestro Alberto Alonso, quien propició una enseñanza más exigente de la danza y alentó la celebración de festivales danzarios con figuras invitadas que permitieron al público de Pro Arte conocer importantes obras del repertorio universal. El surgimiento del Ballet Alicia Alonso y pocos años después, de su academia de ballet, no pondrían fin a este empeño, gracias al cual llegaron a la danza profesional figuras como Josefina Méndez, Loipa Araújo y María Elena Llorente. Fue también la de más larga existencia, pues prolongó su labor hasta 1967.

En agosto del año 1941 Alberto Alonso es nombrado Director de la Escuela, actividad en la que contaría con la valiosa colaboración de su esposa, la bailarina Alexandra Denisova, exintegrante también del Ballet Ruso de Montecarlo. La matrícula, estimulada, alcanzó por entonces el número de doscientos alumnos. Siete meses después, el 4 de marzo de 1942, Alberto inició los Festivales de Ballet, dando a conocer su primer trabajo coreográfico, Preludios, con música de Liszt, en un programa que incluyó Las sílfides, de Fokin, y Pedro y el lobo, de Bolm. Ese propio año, en noviembre, subirían a escena dos nuevas obras que enriquecen la experiencia del ballet cubano: Las bodas de Aurora, de Petipa, y Petruchka, de Fokin, donde él y Fernando encarnaron, con notable éxito, los roles del melancólico muñeco y el vengativo moro, respectivamente. En la temporada siguiente, ya recuperada de la dolencia que la mantuvo alejada de la escena, Alicia se reincorporará a los empeños de Pro·Arte, volcando en ellos toda su capacidad y entusiasmo.

Las Silfides de Fokine, en el escenario del Teatro Auditorium. Como Solistas Alicia y Fernando Alonso

Será ella, a partir de entonces, la más entusiasta intérprete de las nuevas creaciones coreográficas de Alberto. En 1943, poco antes de su reincorporación al Ballet Theatre de Nueva York, estrena La hija del general, con música de Strauss, y Forma, un trabajo inspirado en un texto de José Lezama Lima, con música de José Ardévol, que junto a Concerto, con música de Vivaldi-Bach, estrenado por Denísova poco antes, figura entre lo mejor de la producción del coreógrafo cubano. En diciembre se crearían Sinfonia, con música de Mozart, y Rascacielos, de Carpenter. Como culminación de la labor pedagógica del año, en mayo de 1944, Alberto organizará, también con el apoyo de Alicia y Fernando, un nuevo Festival de Ballet. La pareja no vacilará en sus empeños de volcar en el ya combativo Ballet de Pro-Arte lo mejor de sus experiencias. Con ellos vendrán ese año John Kriza y María Karnilova, para ofrecer sus interpretaciones en obras como El lago de los cisnes y Las sílfides, respectivamente. Como novedad Alberto da a conocer dos nuevas coreografías: Divertissement, para las alumnas más pequeñas de la Escuela, y Mensaje, una incursión en las problemáticas del hombre contemporáneo, con música de Harold Gramatges. 

Alicia Alonso, Cuca Martínez, Fernando Alonso en Forma, ballet con inspiración en la obra de José Lezama Lima. Teatro Auditorium 

La continuidad del proyecto

Al final de la temporada, para sustituir a Alberto, quien se ha vinculado al elenco del Ballet Theatre, se hace cargo de la Dirección de la Escuela el bailarin cubano Luis Trápaga, exalumno de la misma, quien años antes también pasara al profesionalismo. Lo auxilia en el empeño su esposa, Valrene Tweedie, conocida artísticamente como Irina Lavrova, y exmiembro como él del elenco del Original Ballet Ruso.Ellos enriquecerán el repertorio con el montaje del Cascanueces, de Ivanov-Chaikovski.

El 5 de junio de 1945 Alicia hará un aporte fundamental al ballet cubano: el montaje de Giselle, su máximo triunfo en Norteamérica, que había permanecido alejado de los escenarios cubanos desde el siglo pasado. Ese día encarnaría la heroína del ballet romántico acompañada por Fernando en el rol de Albrecht. Como un aporte más traerán con ellos a dos relevantes compañeros del Ballet Theatre, Rosella Hightower y Simon Semenov quienes encarnaron a La reina de las Wilis e Hilarión, respectivamente.

Con Alberto nuevamente como Director, la Escuela presentó en 1946 otro Festival de Ballet. El entusiasmo creciente comenzaba a desbordar los muros de Pro-Arte, obligándolo a hacer extensivos sus espectáculos a sectores ajenos a su membresía. Con las llamadas «funciones públicas» nuevos núcleos de espectadores, de más humilde extracción -todavía minoritarios pero entusiastas- empezaban en Cuba a tener contacto con el arte del ballet. Ese año, el 27 de mayo, Alberto estrenará Sombras, con música de Sibelius, centralizado por Alicia, quien encarna, además, la musa Terpsícore en el Apolo de Balanchine, junto a André Eglevski, Marjorie Tallchief y Barbara Fallis, también sumados al quehacer del ballet cubano. El programa se completó con el este año con El.espectro de la rosa, de Fokin, y la reposición de Glselle, con Alicia y Eglevski en los role protagónicos.

Alicia Alonso y André Eglevski en el escenario del Teatro Auditorium de La Habana durante una representación del Ballet Giselle junto a bailarines del ballet de Pro Arte Musical

En el estimulo recibido, los Alonso encontraron nuevas fuerzas para continuar su histórico batallar por la difusión popular del ballet en nuestro país. Del contacto con ese nuevo y sensible público que por primera vez tenía acceso a los balcones del Auditorium obtenían la certeza de que el ballet debía ser, cada vez más, patrimonio y reflejo de todo un pueblo y no privilegio de una minoría pudiente. Fruto de esa idea fue Antes del alba, ballet de Alberto, con música de Hilario González y diseños de Carlos Enríquez, llevado a la escena el 27 de mayo de 1947.

La obra,protagonizada por Alicia, provocó un verdadero escándalo entre las más retrógradas representantes de la institución, al apartarse de los tradicionales argumentos del ballet y tomar como tema la terrible realidad que enfrentaban los sectores más explotados del país. El personaje central, víctima de la miseria y los prejuicios, traía por primera vez a la danza teatral cubana el tema de la injusticia social, y cómo era de esperarse no contó con el favor de Pro-Arte. Si por el contenido planteado Antes del alba significó una audacia, no menos importante fue su aporte en lo formal, ya que en su realización Alberto utilizó por primera vez estilizaciones coreográficas de nuestros bailes populares y de danzas de origen afro, que habrían de constituir la base de su valioso trabajo posterior en pro de un ballet cubano. La hora de traspasar los marcos de Pro-Arte inevitablemente había llegado y así lo hizo saber públicamnte la propia Alicia en unas dolorosas declaraciones al periódico habanero Redención: «Es una vergüenza que en Cuba ningún gobierno se ocupe de proteger el arte, el ballet. Los cubanos’ tenemos condiciones excepcionales para el baile, lo hemos demostrado. Aquí en Pro-Arte hay bailarines que pueden considerarse profesionales, pero que hastiados de esperar una oportunidad ‘para darse a conocer, para hacerse profesionales, abandonan el baile después de haberle dedicado lo mejor de sus ardores juveniles (…) Estamos dejando perder un caudal de talento.»

Alicia Alonso en los saludos finales de Antes del Alba, en su única representación.

No mucho tiempo debió transcurrir para que arribaran a la definitiva conclusión de que ese llamado a los personeros del estado y el gobierno, había caído en el vacío. Y como el compromiso contraído con el pueblo no podía postergarse, los tres Alonso fueron los encargados de dar la respuesta.

El 28 de octubre de 1948, con la colaboración de lo más progresista y valioso de la Escuela de Pro-Arte y de un grupo de bailarines del Ballet Theatre -en receso por esa época- fundaron el Ballet Alicia Alonso, que sería la semilla para lo que hoy es el Ballet Nacional de Cuba, primera compañía profesional de ballet en la historia del país, que comenzó a ofrecer funciones periódicas al público cubano.

Para cumplimentar sus obligaciones como primer bailarín y Director Artístico del joven conjunto, que emprendía su primera gran gira por Latinoamérica, Alberto pidió licencia por un año a Pro-Arte, que le sustituyó en la Dirección de la Escuela por León Fokin, sobrino del célebre coreógrafo ruso, quien en compañía de su madre, Alexandra Fedorova, había logrado un gran prestigio como pedagogo de la danza en los Estados Unidos.

Su labor en Cuba, definida por algunos como «un intermedio feliz», no pudo pasar más allá de la organización de una provechosa fiesta de fin de curso, con un nuevo montaje de Las cuatro estaciones y algunos divertissements.

En el verano de 1950 Alicia y Fernando fundan la Academia de Ballet Alicia Alonso, encargada de formar la primera generación de bailarines profesionales dentro de los principios de lo que más tarde cuajaría como la escuela cubana de baUet. A pesar de sus escasos recursos económicos y de la apatía oficial, la institución abrió desconocidas perspectivas a la enseñanza del ballet en Cuba al hacerla extensiva a nuevos sectores de la población, combatir prejuicios en torno a la presencia masculina en el baile y establecer un inusitado sistema de becas gratuitas para alumnos talentosos pero de escasos recursos económicos.

El rol histórico de la Escuela de Pro-Arte como único sembrador de simiente, habia concluido. En lo adelante su labor quedaría reducida una vez más al adorno de la vida social con costosas fiestas de fin de curso, salvo en muy contadas ocasiones en que posibilitó el descubrimiento de algún talento, cuyo destino final era la Academia de Ballet Alicia Alonso, si la vocación resultaba verdadera.

Alberto, aunque se mantuvo en la Escuela como Director durante una década más, no por ello desconoció la imposibilidad de lograr en la misma una obra artística trascendente, a pesar de los fugaces éxitos posteriores obtenidos con las puestas de Orfen, en 1951, y del segundo acto de El lago de los cisnes, en 1958, para recibir a la célebre Alicia Márkova. como bailarina invitada. Por suerte, supo canalizar su verdadera labor creadora hacia otras esferas de trabajo como la compañía profesional BalIet Nacional, fundada por él en 1950, el Conjunto de Bailes del Teatro Radiocentro, el Ballet de CMQ Televisión y el Ballet de Cuba, donde su talento pudo ofrecer a la danza cubana sus frutos mejores.

En 1960, como lógica consecuencia del proceso de profundización social de la Revolución, que abolió clases sociales y prejuicios, la Escuela de Ballet de la Sociedad Pro-Arte Musical de La Habana, como el resto de la institución que la había gestado, dejó de funcionar, pasando sus locales a formar parte del patrimonio del Ballet Nacional de Cuba. Quedaban atrás tres décadas de ininterrumpida labor, propiciadora de cuadros y experiencias que, a pesar de sus limitaciones, se inscriben de manera valiosa en la historia de nuestra cultura, por haber abonado la simiente de la escuela cubana de ballet, considerada hoy día no sólo uno de los logros más importantes de toda la cultura artística de nuestro pueblo, sino también del arte secular y universal de la danza.